domingo, 30 de noviembre de 2008

Aplicación de los Derechos Humanos a la autoestima y a la participación social

Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa
Centro de Estudios en Comunicación y Tecnologías Educativas
Aplicación de los Derechos Humanos a la autoestima
y a la participación social
César Correa Enríquez
Maestría en Valores para la Acción Educativa
Sede: FES Cuautitlán, Edo. de Méx.
Tutora: Graciela Galindo
Módulo de Sustento Educativo

Palabras clave: Derechos humanos, autoestima, dignidad, participación social, responsabilidad, libertad.
Introducción
Los derechos humanos son la protección o expresión de la dignidad del hombre[1] y ésta se sustenta en la autoestima como un valor que permite conocerse así mismo, aceptarse y autoevaluarse con el fin de buscar el perfeccionamiento propio y el de lo demás. Así, la persona va creciendo y su participación en la sociedad se vuelve moralmente buena, tolerante, justa y solidaria.
En este pequeño trabajo se explica la importancia que tienen los derechos humanos en el desarrollo de la autoestima como una forma natural y necesaria de valorarnos y valorar a los demás como miembros de una sociedad que busca una mayor participación democrática y libre.
Derechos humanos
Los derechos humanos, también llamados derechos naturales, explican Beuchot & Saldaña (2000), surgen de tres aspectos importantes: de un derecho fundamental, como es el derecho de la persona a ser; el derecho de la persona a su libertad y los derechos de la persona que se derivan de los fines propios de ella y están en el estatuto natural del propio hombre, que posee por naturaleza, por el simple hecho de existir.
Por lo tanto, los derechos humanos tienen como base su radicalidad en la persona, son derechos reales que están inherentes a cada humano y cuidan la dignidad de éste por el simple hecho de que el ser humano es una persona, tiene una dignidad y los derechos humanos son la protección natural de esa dignidad.
Y bien, la dignidad es la condición que cada humano puede exigir de ser tratado como semejante a los demás, sea cual fuere su sexo, ideas, color de piel, condición económica, gustos, etc., ser tratado como persona. La dignidad se sustenta en la autoestima, ese sentimiento que tenemos de valorarnos a nosotros mismos, de aceptarnos como somos, de reconocernos.
Autoestima
Un adecuado nivel de autoestima en una persona se basa en la habilidad para conocerse, aceptarse y valorarse incondicionalmente y entre mejor se conozca se valore y se aprecie, será mejor valorada y apreciada por otros. Una ventaja que tenemos las personas es que la autoestima puede formarse, desarrollarse y reconstruirse cuando tenemos algún problema.
María del Carmen Quiñones (2008), clarifica que la autoestima se encuentra formada por cuatro pilares:
Vivir concientemente, hacernos conscientes de quiénes somos, que nos reconocemos como seres vivos, que tenemos intelecto y voluntad, con propósitos, ilusiones e ideales.
Aceptación de sí mismo tanto al exterior como al interior, con nuestras capacidades, fortalezas y debilidades.
Responsabilidad de sí mismo y del desarrollo que queremos, o de quitar o limitar aquello que nos está afectando.
Autoafirmación. Una vez que coincide lo que siento con lo que creo, pienso y hago, adquiero congruencia y con eso estoy adquiriendo el valor fundamental de la unidad, de la verdad, de la bondad, porque sé lo que es bueno y tomo lo esencial. De esa manera puedo empezar a vivir con propósito, con un proyecto de vida donde puedo administrar mi tiempo, mis recursos, mis relaciones y así, poder tener integridad personal.
La integridad personal es lo que nos permite mantener el nivel adecuado de autoestima porque cuando somos congruentes con lo que somos, queremos y hacemos, somos de una sola pieza, somos íntegros.
Ser congruente con nuestros gestos y nuestros dichos, así como ser abierto al escuchar y aceptar el lenguaje del orto además de cuidar las expresiones de afecto y reconocimiento siendo claros precisos y sinceros, son elementos que contribuyen a incrementar y afianzar la autoestima.
Este valor es de vital importancia porque con él se contribuye a que el ser humano crezca con la convicción de que es estimado y valorado, que es merecedor de la felicidad y buscará relacionarse socialmente y desarrollar su sentido de pertenencia e identidad a una familia, una colonia, una sociedad, una nación, un planeta.
Los derechos humanos protegen y fortalecen la dignidad de las personas. Si el hombre no es consciente de su propia dignidad, es el primero que obstaculiza sus derechos y mucho menos puede respetar la dignidad y los derechos de sus semejantes.
Cuando el hombre tiene autoestima, fortalece su dignidad, se reconoce como valorado y reconoce también el valor de los demás. En ese momento está respetando y valorando los derechos humanos de todo aquel con el que convive, favoreciendo intercambios culturales que refinan la manera de satisfacer distintas necesidades para mejorar el desarrollo de la vida humana, protege y se solidariza con el débil y el oprimido.
Conclusión
Los derechos humanos son inherentes a la naturaleza humana y son la expresión y protección de la dignidad del hombre que como individuo, por el simple hecho de existir, merece respeto. La persona tiene que crecer con autoestima y dignidad, con valores fundamentales como la solidaridad, el respeto, el aprecio, la responsabilidad, y así alcanzar madurez personal para desempeñar un papel de buen ciudadano que entable relaciones interculturales, elimine toda forma de racismo y discriminación, se preocupe por la justicia, sea participativo y colaborativo para lograr una mejor calidad de vida.
Una persona con autoestima reconoce sus derechos como ser humano, al mismo tiempo que los derechos humanos contribuyen a la autoestima de la persona. La buena convivencia entre personas genera buena calidad de vida, mejores sociedades, respetuosas y justas.
El hombre forma parte de una sociedad donde se desenvuelve bajo reglas de interacción y participación en cuyo contexto pone en práctica individual y colectivamente sus conocimientos, actitudes y habilidades, además de los valores propios de la convivencia democrática.




Referencias
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Savater, Fernando. (2004). Ética para amador. (16th ed.). Barcelona, España:
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Wikipedia (2008). Autoestima. Rescatado el 7 de agosto de 2008, de
http://es.wikipedia.org/wiki/Autoestima


[1] Martínez Bullé-Goyri, Víctor M. (2008). Telesesión 8 (8-09-2008) del Módulo Sustento Educativo de la Maestría en Valores para la Acción Educativa. México: Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa.

Importancia de la aplicación de los valores de autoestima, comunicación, responsabilidad y libertad, en la familia

Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa
Centro de Estudios en Comunicación y Tecnologías Educativas
Importancia de la aplicación de los valores de autoestima, comunicación, responsabilidad y libertad, en la familia
César Correa Enríquez
Maestría en Valores para la Acción Educativa
Sede: FES Cuautitlán, Edo. de Méx.
Tutora: Graciela Galindo
Módulo de Sustento Educativo


Palabras clave: familia, valores, autoestima, comunicación, responsabilidad, libertad.
Introducción
Conforme a la importancia que a través del tiempo ha tenido y tiene la familia como fuente primaria de conocimientos y afectos que van definiendo el comportamiento y socialización del niño, y como la más antigua de las instituciones humanas donde se producen y trasmiten hábitos, conductas y valores que orientan la vida de cada individuo, en este trabajo se expone que la aplicación de valores como la autoestima, la comunicación, la responsabilidad y la libertad, contribuyen a esa importancia, que es de fundamental relevancia en la formación de hombres buenos.
Se explica el concepto de cada uno de estos valores y su importancia en la educación familiar, aclarando que independientemente de enseñarse y aplicarse, no se pueden desligar pues están interrelacionados en una transversalidad de actuación y enseñanza familiar.
La autoestima como un valor que permite conocerse así mismo, aceptarse y autoevaluarse; la comunicación para enviar mensajes verbales o no verbales pero que sean entendidos por las otras personas; la responsabilidad como necesidad de responder a las consecuencias de nuestros actos libres y esa libertad que ejercemos a través de nuestro albedrío, son valores de real importancia en la relación familiar que al aplicarse como sus ejes conductores, genera hombres moralmente buenos, tolerantes, justos y solidarios.
La trascendental educación familiar
Trascendental y extraordinariamente importante es la educación que un infante recibe desde la más temprana edad en el seno familiar pues es ahí donde se adquieren las primeras normas de conducta y de relación, vinculadas a lo que se considera un comportamiento moralmente bueno y de respeto para con los demás.
En la familia se desarrollan vínculos emocionales que a través de lazos afectivos trascienden y condicionan las relaciones de sus miembros con la sociedad. La calidad de esos primeros vínculos será el prototipo a lo largo de su vida. Los infantes repiten algún comportamiento aprendido en la familia, creen en algo que creyeron sus padres y ya siendo adultos, lo transmiten consciente o inconscientemente a sus hijos, y así de generación en generación.
Cuando la experiencia de vivir en familia es placentera y nutritiva, una persona puede crecer y crear en el futuro, medios y situaciones similares en un ambiente de afecto, cooperación, comunicación e interacción constante y duradera. Pero cuando su experiencia familiar es dolorosa y poco satisfactoria, aumentan las posibilidades de que esa persona busque otras alternativas para explicarse el mundo y adaptarse a él. Datos del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), señalan que “en uno de cada tres hogares mexicanos, un menor es víctima de violencia intrafamiliar o de abuso sexual” , dañando gravemente su autoestima y personalidad.
El amor, la comprensión y el apoyo en una armonía familiar, son campo fecundo para el cultivo de valores que conforman costumbres, normas no escritas, que regulan y definen comportamientos deseables que se arraigan en la estructura de la personalidad y hacen más difícil su cambio. Y es precisamente en el seno familiar donde se adquieren las primeras normas de conducta y relación, vinculadas a lo que se considera un comportamiento moralmente bueno y a una adecuada relación de respeto con el otro.
Existe también la otra cara de la moneda, la de los aspectos negativos de la familia actual, donde la convivencia resulta escasa, difícil y a veces rara o extraña, debido muchas veces a que los padres están ausentes porque tienen que trabajar y los hijos se encuentran la mayor parte del tiempo con los abuelitos, algún otro pariente, o en el peor de los casos, solos.
Ocurre también que las familias se rompen con mucha frecuencia y a veces se reconstruyen con un nuevo cónyuge y entonces los hijos tienen que convivir con personas que no son su padre o su madre, sintiéndose desprotegidos y percibiendo desequilibrios familiares, sobre todo cuando aunado a lo anterior son víctimas de maltrato, lo que con frecuencia los marca para toda la vida. Mario Garza Salinas, titular del diplomado de Seguridad Pública de la Universidad Iberoamericana, asegura que: “Es en la casa donde, ante una familia disfuncional (divorciada o con violencia de alguno de los cónyuges), los adolescentes crecen sin valores firmes, carentes de solidaridad, sin apego a su entorno; delincuentes en potencia”.
De acuerdo a un patrón realizado por John Borkowski, citado por Ostrosky (2008), en las familias existen cuatro tipos de padres: los dictatoriales, controladores, rígidos, exigentes y fríos que demandan obediencia ciega de parte de sus hijos quienes tienden a crecer retraídos y poco sociables; los permisivos, quienes demandan muy poco de sus vástagos y no se perciben como responsables de su desarrollo ni ponen límites ni controles a su conducta, haciendo a los niños dependientes e inestables emocionalmente; los padres que no se involucran, que muestran conductas indiferentes y de rechazo a sus hijos con total desapego emocional creyendo que su única responsabilidad es aportar “techo, comida y ropa”. Éstos son los que más afectan a los niños ya que la falta de apego afectivo altera su desarrollo emocional dañando su desarrollo físico y cognoscitivo.
Siguiendo con la misma cita de Ostrosky, Borkowsky dice que también están los padres con autoridad, que establecen límites claros y consistentes con apoyo afectivo a sus hijos, haciendo de la comunicación, las explicaciones y los razonamientos, una constante. Los vástagos de este tipo de padres se vuelven seres independientes, amigables, asertivos, cooperativos, con una conducta apropiada consigo mismos y en sus relaciones interpersonales.
Con lo anterior podemos darnos cuenta de la importancia que tiene la familia en transmisión y enseñanza de valores trascendentalmente fundamentales como la autoestima, comunicación, libertad y responsabilidad, de una generación a otra, porque desde que nace, el ser humano comienza a recibir y aprender afectivamente las normas de comportamiento que le son transmitidas y que se consideran buenas, adecuadas y formativas de hombres de bien.
Autoestima
Ese sentimiento que tenemos los seres humanos de conocernos, valorarnos, autoevaluarnos a nosotros mismos, de aceptarnos como somos, de reconocer nuestras propias capacidades y eficacia, pero que además valemos por lo que somos, es la autoestima.
Un adecuado nivel de autoestima en una persona se basa en la habilidad para conocerse, aceptarse y valorarse incondicionalmente y entre mejor se conozca se valore y se aprecie, será mejor valorada y apreciada por otros. Y una ventaja que tenemos las personas, es que la autoestima puede formarse, desarrollarse y reconstruirse cuando tenemos algún problema.
María del Carmen Quiñones (2008) explica claramente que la autoestima se encuentra formada por cuatro pilares:
Vivir concientemente, hacernos conscientes de quiénes somos, que nos reconocemos como seres vivos, que tenemos intelecto y voluntad, con propósitos, ilusiones e ideales.
Aceptación de sí mismo tanto al exterior como al interior, con nuestras capacidades, fortalezas y debilidades.
Responsabilidad de sí mismo y del desarrollo que queremos, o de quitar o limitar aquello que nos está afectando.
Autoafirmación. Una vez que coincide lo que siento con lo que creo, pienso y hago, adquiero congruencia y con eso estoy adquiriendo el valor fundamental de la unidad, de la verdad, de la bondad, porque sé lo que es bueno y tomo lo esencial. De esa manera puedo empezar a vivir con propósito, con un proyecto de vida donde puedo administrar mi tiempo, mis recursos, mis relaciones y poder tener integridad personal.
La integridad personal es lo que nos permite mantener el nivel adecuado de autoestima, porque cuando somos congruentes con lo que somos, queremos y hacemos, somos de una sola pieza, somos íntegros.
Logramos la autoestima a través del lenguaje no verbal cuando una persona nos toca el hombro, nos sonríe, nos reconoce; a través de señales que le permitan al otro darse cuenta de que me estoy equivocando, porque cuando una persona no voltea a verte a los ojos, es señal de que no le importas y de que no te quiere poner atención. Por eso, una sencilla mirada puede ayudar a elevar la autoestima.
Ser congruente con nuestros gestos y nuestros dichos, así como ser abierto al escuchar y aceptar el lenguaje del orto además de cuidar las expresiones de afecto y reconocimiento siendo claros precisos y sinceros, son elementos que contribuyen a incrementar y afianzar la autoestima.
Este valor es de vital importancia dentro de la vida familiar porque se contribuye a que los hijos crezcan con la convicción de que son estimados y valorados, que son merecedores de la felicidad y que son competentes para enfrentarse a la vida con confianza y optimismo.
Comunicación
La comunicación es un valor que se caracteriza por manifestar la sociabilidad, que pretende compartir lo propio con los semejantes a través de un lenguaje verbal o no verbal, que la otra persona entienda. Sale de nosotros y de nuestra intimidad para proyectar al otro lo que somos, pensamos y sentimos.
Este valor es fundamental porque en él va implícito no sólo quiénes somos sino lo que queremos mostrar, enseñar y aprender. A través de nosotros, de nuestra comunicación, podemos llevar al otro y guiarlo por la transversalidad de los autovalores, la autoaceptación, la autoestima y la autoformación.
Se enseña a través del lenguaje escrito oral o corporal, pero se enseña más a través de nuestros valores, nuestras opiniones, creencias y conocimientos. La comunicación a través de los vínculos afectivos en la familia permite a los niños aprender a sentir, pensar y concebir el mundo de un determinado modo. Explicarles el porqué de lo bueno y de lo malo y transmitirles la diferencia y sus respectivas consecuencias, les permite desarrollarse como personas justas, democráticas y equilibradas.
La comunicación dentro de la familia proporciona al niño la estabilidad necesaria para que a su vez se comunique adecuada y afectivamente con los seres que lo rodean fuera de ella, socializándose y expandiendo los lazos fraternales cultivados para una mejor convivencia.
El saber escuchar es también parte de una buena comunicación y es uno de los elementos de los que más se lamentan los jóvenes dentro de la familia pues se quejan de que no pueden hablar con sus padres y que no tiene oportunidad de ser escuchados debido a que el trabajo o los negocios los tienen ocupados.
Frecuentemente lo que lleva a un conflicto es no comunicarse y en la familia adquiere vital importancia porque hacer suposiciones y arribar a conclusiones precipitada o basadas en una verdad subjetiva sin mediar explicaciones, escuchar o dialogar, a lo único que lleva es a enviar un mensaje duro al otro, privándolo o dificultándole la capacidad de entender a cabalidad.
Libertad
Nuestra libertad es dada o manifestada a través de nuestra voluntad, por lo tanto, la libertad es cuando el ser humano es capaz de elegir por su libre albedrío, cuando toma decisiones de manera personal y autónoma en pro del bien que nos marca nuestra propia voluntad, es decir, la autodeterminación del bien debido.
Siguiendo a Quiñones (2008), existen tres tipos de libertad que se encuentran ubicados en dos niveles diferentes: En el nivel óptico, que es básicamente el del ser, se encuentra lo que conocemos comúnmente como libre albedrío, que es el fundamento de elección y trascendencia. En el nivel operativo tienen cabida nuestras facultades espirituales que son la inteligencia y la voluntad, y en él localizamos el segundo tipo de libertad, el de especificación, que tiene que ver con la influencia de la voluntad con protagonismo de la inteligencia. La libertad de ejercicio es el tercer tipo que da actividad plena de voluntad con apoyo de la inteligencia. Es la posibilidad de hacerlo inmediatamente, es el acto mismo de la voluntad.
Octavio Paz, en una cita que de él hace Savater (2004), nos dice que “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No.” Esa conciencia de la que habla Paz es guiada por la voluntad que apetece lo bueno, es, como dice Quiñones, la autodeterminación del bien debido.
En otra obra, el mismo Savater (2004) nos señala que los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida, que podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros y que va acorde a nuestros principios éticos, principios que se inculcaron en gran medida durante nuestra vida familiar. Para el filósofo español, “Ser libre es liberarse: de la ignorancia prístina, del exclusivo determinismo genético moldeado según nuestro entorno natural y/o social, de apetitos e impulsos instintivos que la convivencia enseña a controlar.
Responsabilidad
Cada elección que el niño o el joven realizan con libertad en su vida familiar, va determinando decisivamente la orientación de elecciones futuras, y ello no es un argumento contra la libertad, sino el motivo para tomarla en serio y ser responsable de sí mismo, de su salud, de sus actos, de su conocimiento y de sus acciones.
La ausencia de responsabilidad en el reconocimiento de nuestras decisiones, de nuestros actos y de sus consecuencias no sólo merma nuestra libertad sino que nos hace cobardes. Ser responsable es saberse auténticamente libre para bien y para mal, es ser valiente y enfrentar las consecuencias de lo que hemos hecho, remediar lo malo que pueda remediarse y aprovechar al máximo lo bueno.
Al respecto, Savater (1994) aclara:
El meollo de la responsabilidad, por si te interesa saberlo, no consiste simplemente en tener la gallardía o la honradez de asumir las propias meteduras de pata sin buscar excusas a derecha e izquierda. El tipo responsable es consciente de lo real de su libertad. Y empleo “real” en el doble sentido de “auténtico” o “verdadero” pero también de “propio de un rey”: el que toma decisiones sin que nadie por encima suyo le dé órdenes. Responsabilidad es saber que cada uno de mis actos me va construyendo, me va definiendo, me va inventando.

Conclusiones
Debido a la fuerte presencia que tiene la familia en la educación más temprana del niño, su papel es trascendentalmente importante en la configuración de valores fundamentales como los de la autoestima, comunicación, responsabilidad y libertad.
La educación fraternal de la familia marca sin duda el presente y futuro del ser humano, por eso es muy importante que las familias se tomen muy en serio el proceso de educación y formación en valores de los hijos, para que a su vez se conviertan en buenos padres.
La aplicación de los valores expuestos en este trabajo es trascendentalmente importante en todos los actos formativos de la vida familiar porque su transversalidad permite contribuir al desarrollo de mejores seres humanos, seguros, honrados, responsables, solidarios, capaces de ponerse en el lugar del otro, libres, pero fundamentalmente buenos y justos.
La familia sigue siendo vínculo privilegiado en la transmisión de valores porque funciona por la vía del ejemplo, no por sesiones discursivas de trabajo, y está apoyada por hábitos sentimentales, del corazón, lo que hace que lo aprendido en familia tenga una indeleble fuerza persuasiva que sirve para el acrisolamiento de principios que posteriormente resistirán los embates de la vida.
Queramos o no, la familia es y seguirá siendo el lugar donde se adquieren y aprenden las primeras normas de conducta de los niños porque es ahí donde reciben, las primeras nociones sobre lo que se debe y no se debe hacer, lo que se puede y no se puede, lo bueno y lo malo; es el primer canal de transmisión de valores permeados por lazos afectivos que se convertirán en prototipo para otras relaciones a lo largo de su vida.



Referencias
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