domingo, 11 de julio de 2010

Solidaridad y responsabilidad ética para la regeneración del humanismo

Por César Correa Enríquez

La búsqueda humana más importante es la de
 esforzarse por la moralidad de nuestra acción.
 Nuestro equilibrio interno y el de  la existencia
 dependen de eso. Sólo la moralidad en nuestras
 acciones le pueden dar belleza y dignidad a la vida.
 Hacer de eso una fuerza viva y consciente es,
 tal vez, la tarea principal de la educación”.
Albert Einstein

Palabras clave: solidaridad, responsabilidad, humanismo, ética, comprensión.

Introducción
La degradación ética que sufre en la actualidad la humanidad va en ascenso corrompiendo y acabando con la convivencia, la salud, la seguridad y la tranquilidad de los habitantes del planeta y generando nuevos problemas y enfermedades que se tienen que enfrentar con nuevas actitudes para reconstruir los valores perdidos y construir otros que orienten comportamientos individuales y colectivos.
El grado preocupante en que se encuentra dividida la humanidad en la actualidad es debido a que la convivencia familiar, social e incluso regional y entre naciones, se está fragmentando en filosos pedazos y todo debido al ritmo de vida que se lleva; a las frustraciones que desencadenan en enfermedades, indiferencia, agresividad y muchas veces, en criminalidad.
Ante el actual cuadro planetario de debilidad ética humana, profesionales de la educación, la comunicación y las humanidades, han expuesto la necesidad urgente de planteamientos pedagógicos donde se enmarque la educación en valores éticos con modelos susceptibles de aprendizaje y que resuelvan conflictos morales reconocidos.
Uno de esos intelectuales es Edgar Morin quien en  Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (1999), ve la necesidad de enseñar la comprensión, para comenzar a rescatar esos valores y llegar a una toma de conciencia de lo que llama la Tierra-Patria.
Podemos iniciar con tratar de entender y aplicar en lo posible lo que propone en relación a aprender y enseñar la comprensión, así como considerar uno de los más importantes y fundamentales valores humanos: la solidaridad, que junto con la responsabilidad, nos encaminen a la compleja regeneración ética del humanismo planetario.

Comprensión como garantía de solidaridad y moral humana
Un planteamiento ético-pedagógico del francés, Edgar Morin, señala que la labor de la educación del futuro debe estar basada en la enseñanza de la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.
Según Morin, el comprender es un procedimiento humano que va más allá del simple aprendizaje intelectual pues requiere de empatía, identificación y proyección, que conlleve apertura, tolerancia, simpatía y generosidad en un proceso de aprendizaje y reaprendizaje permanentes.
             Para llevar a cabo este proceso, es necesario que la persona comience por la práctica mental del auto-examen permanente de sí misma, es decir, comprenderse a sí misma, porque si no puede hacer esto, no puede comprender a las demás personas, sus ideas, sus sentimientos y su visión del mundo.
            Señala que se debe de educar no sólo para el respeto y la solidaridad a los niños mujeres y ancianos sino a todos los individuos, a sus creencias religiosas, a sus ritos, costumbres y libertades, venciendo todo tipo de egocentrismo y autojustificación que sólo llevan a la hipertrofia, la mentira, la falta de convicción, la deshonra y a la duplicidad, actos por demás irresponsables y contrarios a la convivencia éticamente humana.
            Se debe enseñar la ética de la comprensión como un arte de vivir de manera desinteresada, con argumentos que refuten en lugar de excomulgar y anatemizar,  comprendiendo antes de asumir la posición de juez en todas las cosas, excusando y acusando, porque la comprensión significa tolerancia para las ideas no para los insultos, agresiones y crímenes.
            Morin sustenta que la enseñanza de la comprensión entre los individuos lleva a una comprensión entre las culturas y entre los pueblos, significando sociedades más abiertas y democráticas, porque la comprensión es a la vez medio y fin de la comunicación humana y puede contribuir a que las relaciones de los habitantes del planeta salgan de su actual estado bárbaro de incomprensión.
            Claro que para practicar la comprensión, primero tenemos que cultivar la tolerancia, porque ésta supone una convicción de aceptación de las expresiones ideas y creencias contrarias a las nuestras.
            El filósofo francés recomienda aprender a ser tolerante en cuatro grados: el primero, referente a evitar imponer nuestras propias concepciones; el segundo, cultivar el principio democrático nutriéndonos de las opiniones diversas y antagónicas a la nuestra; el tercero, es respetar esas ideas antagónicas y el cuarto, la conciencia de la tolerancia cuando ésta es a favor de las ideas no de los insultos, agresiones o actos homicidas.
            Va más allá al plantear que el aprendizaje de la comprensión debe jugar un papel fundamental en el aprendizaje democrático porque las sociedades democráticas funcionan gracias a las libertades individuales y a la responsabilidad del individuo.
            Nos explica que en la democracia, el individuo es ciudadano responsable que no sólo expresa sus deseos e intereses sino que es solidario con la ciudad. Por eso, dice que para una atropo-ética o ética propiamente humana, debemos trabajar por la humanización de la humanidad, obedecer la vida, guiar la vida; lograr unidad en la diversidad; respetar en el otro tanto la diferencia como la identidad consigo mismo; desarrollar la solidaridad, la comprensión y enseñar la ética del género humano.
            Es claro, sin embargo, que no se puede enseñar la comprensión sin antes aprenderla, sin aprender que tenemos que ser portadores de una moral ética o de una ética moral, que sea respaldada por la honestidad, la responsabilidad y la justicia.
Debemos tomar en cuenta que “toda mirada sobre la ética debe percibir que el acto moral es un acto individual de religación: religación con el prójimo, religación con una comunidad, religación con una sociedad y, en el límite, religación con la especie humana”[1]
Por lo anterior, propone religar individuo/sociedad/especie, religación trinitaria que supera a la mente individual y la posición antagonista entre los tres términos puesto que individuo y sociedad tienen doble naturaleza: en el individuo prevalece el egocentrismo que lo empuja al egoísmo y la sociedad anida rivalidades, concurrencias, luchas entre egoísmos, prevaleciendo el triunfo de intereses individualistas y egoístas, impidiendo el crecimiento ético de los individuos y debilitando la solidaridad y la responsabilidad.
El individualismo ha pasado a ser una conducta de vida cuya fuente de vida es el egocentrismo acrecentado que se desarrolla en todos los dominios y tiende a inhibir las potencialidades altruistas y solidarias, desintegrando las comunidades tradicionales, erosionando el sentido sagrado de la hospitalidad y la bondad, raíces de la ética.
La crisis ética se debe al detrimento de valores como la libertad, equidad, solidaridad y bondad, que le dan fe, esperanza y certeza. El sentimiento ético del deber como una obligación moral, depende del bucle individuo/especie/sociedad, cuya vitalidad depende de la propia ética, de su propia regeneración, de la regeneración de cada una de sus instancias y del despertar de la conciencia moral.
La religación trinitaria que menciona Morin debe operarse a partir de la responsabilidad, la inteligencia, la iniciativa, la solidaridad, la comprensión y el amor, regenerando y educando a las generaciones nuevas en una religación con el prójimo, religación con los suyos, su comunidad y la humanidad, asumiendo que cuando más autónomos somos, más necesidad tenemos de religación.
Precisa que hay que reconocer la autonomía ética dentro de un pensamiento complejo, compuesto de incertidumbres y contradicciones que vincule el saber y el deber contra la ceguera, la parcelización, la compartimentación y la atomización que tienden a atrofiar el conocimiento de las solidaridades y la consciencia de la solidaridad, así como atrofian también la consciencia de la responsabilidad.
El pensamiento complejo conduce a una ética de la solidaridad y de la no coerción, donde la solidaridad y la responsabilidad humanas se conciben concretamente en la idea de Tierra-Patria para regenerar el humanismo. Se esfuerza por trabajar por el bien pensar e inscribir a la ética en la concepción de la era planetaria.
El bien pensar que sugiere Morin como una ética del conocimiento y parte medular del pensamiento complejo, debe concebir la individualidad, la subjetividad, incluir al observador en su propia observación para que pueda pensar en todos los problemas y aprender las realidades humanas. Hace una comparación de lo que generan el bien pensar y el mal pensar[2] y que a continuación presento.

El mal pensar
El trabajar por el bien pensar
*      Parcela y tabica los conocimientos.
*      Tiende a ignorar los contextos.
*      Le hace un black-out a las complejidades.
*      No ve más que la unidad o la diversidad, pero no la unidad de la diversidad y la diversidad de la unidad.
*      No ve más que lo inmediato, olvida el pasado, no ve más que el futuro a corto plazo.
*      Ignora la relación recursiva pasado/presente/futuro.
*      Pierde lo esencial por lo urgente, y olvida la urgencia de lo esencial.
*      Privilegia lo cuantificable y elimina lo que el cálculo ignora (la vida, la emoción, la pasión, la desgracia, la felicidad).
*      Extiende la lógica determinista y mecanicista de la máquina artificial de la vida social.
*      Elimina lo que escapa a una racionalidad cerrada.
*      Rechaza ambigüedades y contradicciones como errores del pensamiento.
*      Es ciega para con el sujeto individual y la consciencia, lo que atrofia el conocimiento e ignora la moral.
*      Obedece al paradigma de simplificación que impone el principio de disyunción o/y el principio de reducción para conocer, e impide concebir los vínculos de un conocimiento con su contexto y con el conjunto del que forma parte.
*      Mutila la comprensión y dificulta los diagnósticos.
*      Excluye la comprensión humana.
*      Religa.
*      Destabica los conocimientos.
*      Abandona el punto de vista mutilado que es el de las disciplinas separadas y busca un conocimiento polidisciplinar o transdisciplinar.
*      Comporta un método para tratar las complejidades.
*      Obedece a un principio que prescribe a la vez distinguir y religar.
*      Reconoce la multiplicidad en la unidad, la unidad en la multiplicidad.
*      Supera el reduccionismo y el holismo, uniendo:  partes         todo

*      Reconoce los contextos y los complejos y permite por tanto inscribir la acción moral en la ecología de la acción.

*      Inscribe el presente en la relación circular:
Pasado           presente       futuro

*      No olvida la urgencia de lo esencial.
*      Integra el cálculo y la cuantificación entre sus medios de conocimiento.
*      Concibe una racionalidad abierta.
*      Reconoce y afronta incertidumbres y contradicciones.
*      Concibe la dialógica que integra y supera la lógica clásica.
*      Concibe la autonomía, el individuo, la noción de sujeto, la consciencia humana.
*      Efectúa sus diagnósticos teniendo en cuenta el contexto y la relación local-global.
*      Se esfuerza por concebir las solidaridades entre los elementos de un todo, y por ello tiende a suscitar una consciencia de solidaridad. Igualmente su concepción del sujeto la hace capaz de suscitar una consciencia de responsabilidad; incita pues a volver a las fuentes de la ética y a regenerarla.
*      Reconoce las potencialidades de ceguera o de ilusión de la mente humana, lo que lo conduce a luchar contra las deformaciones de la memoria, los olvidos selectivos, la self-deception, la autojustificación, la autoceguera.

El filósofo francés nos señala con lo anterior que el trabajar por el bien pensar, reconoce la complejidad humana sin disociar al individuo/sociedad/especie, instancias que se encuentran la una en la otra, generándose unas a otras, cada una fin y medio de las otras y al mismo tiempo, potencialmente antagonistas.
El pensamiento complejo, señala, nutre por sí mismo a la ética, religando los conocimientos y orientando hacia la religación entre los humanos. Permite concebir las degradaciones humanas que engendran el exceso de egocentrismo, la obsesión económica, la mentalidad burocrática, las alteraciones de la mente, las histerias colectivas, los chovinismos y los fanatismos. Permite, en sí, comprender las incomprensiones.
            Por otro lado, Luis Castro Leiva y Miquel Martínez (1997), en el documento de consulta presentado en la VII Conferencia Iberoamericana de Educación, señalan:
No es posible abordar un programa de educación en valores éticos sólo a través de la preocupación por el desarrollo singular de la personalidad y de las capacidades de autonomía, juicio y responsabilidad. Es necesario integrar tales objetivos y preocupaciones en un marco más amplio, el de la formación de personas capaces de comprender al otro, de respetar el pluralismo, la comprensión mutua y la paz, y, además, formadas en niveles de excelencia en el conocer y el hacer.

Escasez de respeto, verdad y justicia
Puede ser viable la propuesta moriniana si también tomamos en cuenta los planteamientos de Castro y Martínez en el sentido en que se necesita un cambio sustancial en los proceso de aprendizaje y en la función de los profesores orientada a la preparación de personas competentes, no sólo en su ejercicio profesional sino en su forma de ser y de vivir, guiados por criterios de respeto, solidaridad, justicia y comprensión. Esto quiere decir que la formación de los profesores en la enseñanza de valores éticos redituará en la personalidad moral de los educandos desarrollando, como dicen los autores mencionados: “…autoconocimiento, autonomía y autorregulación, capacidad de diálogo, capacidad para transformar el entorno, comprensión crítica, empatía y perspectiva social, habilidades sociales y para la convivencia, razonamiento moral”.
Enseñar la comprensión que plantea Morin como uno de los valores éticos en y para la educación, no se circunscribe solamente a la enseñanza maestro-alumno, ni mucho menos sólo al salón de clases, sino que va más allá. Es una educación ética que comprende al individuo en sí, a la familia, la sociedad y las naciones, por lo que se requiere de acciones pedagógicas que aprovechen todos los recursos dentro y fuera de las escuelas, desde la educación básica hasta la profesional, para convertir ese conocimiento en una forma de vida más justa y solidaria y en la que hay que accionar de manera social y utilizar creativa y adecuadamente las Tecnologías de Información y Comunicación, que independientemente de su aportación al mundo científico moderno, también han contribuido a una deshumanización planetaria.
Si como dice Ana García-Valcárcel (200?) “…hay cierta unanimidad en recomendar la introducción de las nuevas tecnologías en los centros educativos con la intención de formar al profesorado y al alumnado en el dominio técnico de aparatos y en el desarrollo de ciertas competencias (búsqueda de información, selección, aprender a aprender…) relacionadas con los nuevos medios”, para hacer uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en beneficio de la educación y principalmente para llevar a cabo una educación para la comprensión,  se requiere no solo de la claridad de valores garantes de la moral humana y de solidaridad intelectual, sino de  un despliegue constante de creatividad  que provea de recursos imaginativos y pedagógicos.
¿Por qué un constante despliegue de creatividad?, porque creo que sin creatividad resulta más complicado lograr el objetivo de transmitir, enseñar y hacer sentir valores éticos como la comprensión y la solidaridad y que son fundamentales para llevar a cabo una educación para y en la comprensión. Si bien se han logrado transmitir sentimientos y sensaciones a través de los medios de comunicación (quién no ha llorado o reflexionado con una película, que puede ser un principio para la comprensión, por ejemplo), es necesario reconocer que se requiere de una actualización constante, no sólo cognitiva y de conocimientos comunicacionales técnicos, sino de un constante replanteamiento pedagógico y del comportamiento humano para que la enseñanza de valores éticos a través de los medios de información y comunicación, se logre.
Actualmente estamos sufriendo una escasez de respeto, verdad y justicia. Hemos incomprendido, viciado, mal interpretado, perdido esos valores fundamentales. La mentira se ha vuelto una costumbre en la vida diaria, un engaño de nuestra propia vida. El respeto ha sido pisoteado, hundido, humillado y la justicia se ha extraviado en un mar de interpretaciones legales, corrupción e impunidad.
Hoy, individuos como sociedades se ven afectados por el egoísmo y la violencia, incrementando la incomprensión, las injusticias y violentando los derechos humanos en un constante deterioro de la conciencia solidaria, por lo que se hace urgente la necesidad de promover y practicar la solidaridad como principio ético de ayuda y colaboración en las relaciones humanas, un principio transformador, universal, sensible y racional orientado a los más débiles.
La precariedad de los valores éticos y humanos se manifiesta en la actualidad en acciones y actitudes de incomprensión, desigualdad y falta de dignidad. En la cotidianidad que vivimos los mexicanos surge a la vista más temprano que tarde algún acto carente de solidaridad frente al abuso que se hace del desvalido, o en el peor de los casos, nos ocultamos tras la careta de la indiferencia cuando estamos frente las miserias físicas y morales que violentan los derechos del ser humano.
También aquellos supuestos “valores” promovidos por el neoliberalismo como la llamada “moral del éxito”, no conducen más que al egocentrismo, dice Rosa Buxarrais (1998), provocando la constante ausencia de solidaridad, que sólo nos lleva a una deficiente vida pública y una persistente violación de derechos humanos.
Los derechos humanos son la protección o expresión de la dignidad de las personas y la dignidad está compuesta pon un conjunto de valores entre los que se cuenta a la solidaridad como un valor importante que puede y debe ser aprendido para la mejor convivencia y comprensión de las personas pero, fundamentalmente, como un principio transformador, universal, sensible y racional orientado a los más débiles.
La palabra solidaridad, desde la definición jurídica que proporciona la Real Academia Española (1998), es un modo de derecho u obligación in sólidum  y una adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros, una característica de la sociabilidad que inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a la cooperación entre ellos.
El concepto de “solidaridad social” fue utilizado en el siglo XIV por el árabe Ibn Khaldun como un rasgo fundamental de la sociedad entendida como actividad cooperadora estableciendo el criterio de que cuanto más adversa sea la situación de un grupo, más fuerte es su solidaridad. Posteriormente el francés Durkheim la divide en mecánica y orgánica, donde la primera es producto de un conformismo uniformado por ideas, sentimientos y creencias, mientras que la segunda es resultante de la irrupción de la división del trabajo con efectos heterogéneos sobre la sociedad. En cambio, desde el punto de vista marxista, la solidaridad se presenta bajo una fundamentación económica conformada en las clases sociales, por lo que sólo puede ser entendida en el marco de cada una de ellas.
En el tema cuatro del curso virtualizado 2003/2004 Sociología y Educación para el Desarrollo y la Solidaridad de la Universidad de Almería, España,[3] se plantean siete características de la solidaridad: 1) Como actitud moral que cambia la vida de la persona en orden a implicarla con el destino de otro, convirtiéndose en un modo de comprensión como seres humanos; 2) como opción que genera cambios en la forma de vivir y pensar sin dar pie a la indiferencia; 3) que enfrenta las causas profundas de la injusticia, los conflictos y el desequilibrio ecológico; 4) que busca extender el “nosotros” a todos los seres humanos y al entorno natural; 5) que implica dimensiones del ser humano como la sensibilidad, la justicia, lo racional y la praxis en los cambios de hábitos y conductas; 6) que denuncia las injusticias y propone innovaciones radicales y 7) que está orientada a los más débiles con el afán de desaparecer las desigualdades.
Objetivo similar de la solidaridad como actitud y valor persiguen Traver y García (2006), quienes plantean que únicamente se puede ser solidario a partir del respeto a las diferencias individuales y su complementación en un proyecto compartido en el que se pretendan lograr beneficios generales, porque con ese respeto, se manifiesta una de las actitudes solidarias.
La aportación de dichos autores es en el entendido de que en las relaciones solidarias existe una relación fraternal de ayuda mutua; una conciencia de que se pueden lograr intereses comunes respetando las diferencias individuales; de buscar el consenso, la justicia y la comprensión. La solidaridad como actitud y valor es necesaria para una cultura de derechos humanos con ciudadanos capaces de actuar para el bien común y que contribuyan responsablemente a la mejora de su comunidad en una sociedad democrática (Traver y García, 2006).
            Por su parte, la maestra Rosa Buxarrais (1998) señala que:
…la solidaridad es una actitud, una disposición aprendida que tiene tres componentes: cognitivo, afectivo y conativo. De aquí que los conocimientos que una persona tiene son suficientes para fundamentar la actitud acompañados del componente afectivo –el fundamental-, y el conativo o comportamental que sería el aspecto dinamizador de dicha actitud. (p.2)

Para ella, el deber solidario implica afecto: la fidelidad del amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, porque la solidaridad va ligada a la ética y es un complemento indispensable de la justicia. Nos ofrece tres componentes que califica como esenciales:
1)      Compasión: porque la solidaridad es un sentimiento que determina u orienta el modo de ver y acercarse a la realidad humana y social, condiciona su perspectiva y horizonte: Supone ver las cosas y a los otros con los ojos del corazón, mirar de otra manera. Conlleva un sentimiento de fraternidad, de sentirse afectado en la propia piel por los sufrimientos de los otros que son también propios.
2)      Reconocimiento: no toda compasión genera solidaridad, sólo aquella que reconoce al otro en su dignidad de persona. La solidaridad así tiene rostro, la presencia del otro demanda su respuesta.
3)      Universalidad: “La desnudez del rostro”, la indefensión y la indigencia es toda la humanidad y simboliza la condición de pobreza de esfera intimista y privada.
El bienestar de los otros manifestado en gran medida bajo el concepto de solidaridad, no significa ni conlleva a que cada uno descuide su propia persona ni tampoco a olvidar que el bienestar material puede llegar a generar  individuos insolidarios, despreocupados de la suerte de los demás.
En Los desafíos de la era planetaria, Edgar Morin subraya la urgente demanda de solidaridad concreta y viva, de persona a persona, de grupos de individuos a personas, de personas concretas a grupos. Una solidaridad que no dependa de leyes ni decretos, que sea profundamente sentida y que su desarrollo sea en torno a moralizar, convivir y resurgir.
Añade el filósofo francés que las nuevas tecnologías sirven de soporte para la internacionalización de los movimientos sociales dedicados a criticar y protestar por las prácticas y políticas de transnacionales y de gobiernos y sociedades que lesionan los derechos humanos con el crecimiento exponencial del hambre y las injusticias.
La mundialización de la solidaridad como elemento fundamental de los derechos humanos, la libertad, la igualdad y la fraternidad, potencia el desarrollo de la conciencia de ayuda, de protección y de justicia, tan necesarias en esta realidad invadida de egocentrismo, corrupción y violencia que padecemos a diario.


Conclusión
Bien dice Edgar Morin en Pensar el Mediterráneo-mediterraneizar el pensamiento:
Tantos problemas dramáticamente unidos hacen pensar que el mundo no está solamente en crisis, está en ese estado violento donde se enfrentan las fuerzas de la muerte y las fuerzas de la vida, a las que podemos llamar agonía. Aunque solidarios, permanecemos enemigos unos de otros y el desencadenamiento de los odios de raza, religión, ideología, ocasiona siempre guerras, masacres, torturas, odios, desprecios. La humanidad no llega a alumbrar Humanidad. No sabemos todavía si se trata solamente de la agonía de un viejo mundo, que anuncia un nuevo nacimiento, o de una agonía mortal.

Es necesario promover y practicar la solidaridad desde un principio ético basado no sólo en la actitud moral de la persona sino también como un principio de ayuda y colaboración que transforma las relaciones humanas y sociales; un modo de ser comprensivo que combata la indiferencia ante la injusticia y el abuso.
Dicha práctica y conocimiento pueda fructificar en una cadena de actitudes y procedimientos personales que beneficie las relaciones entre los seres humanos en un sentido de ayuda, colaboración y comprensión.
Vivir con solidaridad, compasión y comprensión, implica vivir mejor, sin ser insultado, despreciado o explotado. Para lograrlo es necesaria la cooperación mediante la dinámica de las redes sociales que usando las Tecnologías de la Información y la Comunicación pueden contribuir al desarrollo de una cultura con conciencia, que no ignore los problemas humanos de la comunidad, la nación y el mundo.
De esta manera, el filósofo francés nos dice que el pensamiento complejo conduce hacia una ética de la responsabilidad que reconoce al sujeto relativamente autónomo; a una ética de la solidaridad como un pensamiento que religa y por ende, a una ética de la comprensión, que es una ética de la pacificación de las relaciones humanas.
Muestra que cuando mayor es la complejidad social, mayores son las libertades, mayor es la necesidad de solidaridad para asegurar el vínculo social y mayor es la responsabilidad y comprensión en la trinidad humana: individuo/especie/sociedad.
Estoy totalmente de acuerdo con el profesor Morin cuando afirma que una de las vocaciones esenciales de la educación del futuro será el examen y estudio de la complejidad humana que desembocará en un conocimiento, esto es, en una toma de conciencia de la condición común a todos los humanos, y de la muy rica y muy necesaria diversidad de individuos, pueblos, culturas, sobre nuestro arraigo como ciudadanos de la Tierra.
Es hora de hacer algo. Empezar por nosotros mismos, nuestras familias, amigos, compañeros. Rescatemos los valores éticos, la responsabilidad y la solidaridad, y llevémoslos a la práctica diaria en nuestra vida, en todo momento, en todo instante en cada acción, con toda la humanidad.







Referencias
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[1] E. Morin (2006): El Método, Tomo 6. La Ética, Madrid, Edit. Cátedra.
[2] Edgar Morin, El pensamiento de la ética y la ética del pensamiento, parte primera, capítulo  4.
[3]  Archivo PDF que no cuenta con fecha de creación ni autor y que fue rescatado en abril de 2008 de: http://www.ual.es/Universidad/Depar/Sociologia/socdes/tema4.doc