http://dgb.conaculta.gob.mx/Documentos/PublicacionesDGB/RevistaBibliotecario/2013/ElBibliotecario91.pdf
Alí Chumacero,
Un hombre entre libros
César Correa
Enríquez
El texto que a continuación
se presenta, forma parte de la conmemoración del primer aniversario de la instalación en la Biblioteca de México de las bibliotecas personales de Alí Chumacero, Antonio
Castro Leal, Carlos Monsiváis, Jaime García Terrés y José Luis Martínez, protagonistas y testigos de las letras mexicanas y en cuyas colecciones se propicia el encuentro del lector con el libro, para despertar la curiosidad
intelectual, el hilo conductor de las ideas y el vehículo
mediante el cual se va consolidando el saber.
He sido un hombre metido entre los libros y en eso me quedaré hasta el final.
Alí chumacero1
En el discurso inaugural de la Biblioteca de México, el 27 de noviembre de 1946, en La Ciudadela, su reconocido impulsor, José Vasconcelos, mostraba su orgullo señalando que la nación estaba de gala e invitaba a los poseedores de libros en el país a visitarla y enriquecerla con nuevos acervos:“Venid todos a convenceros de que los tesoros bibliográficos que llegaréis a confiarnos entrarán en actividad repro- ductiva en valores de espíritu”.2
Aquellas memorables palabras hacían mención
también del vacío que en materia de servicio bi-
bliotecario existió en cierto periodo transitorio de nuestro desarrollo nacional y que era ocupado por bibliotecas particulares. “Cada letrado reunía su colección y perduró en México cierto grado de cultura, porque muchas personas educadas compraron libros, crearon colecciones escogidas y las compartie- ron con estudiantes y amigos”,3 decía Vasconcelos.
Uno de esos letrados fue el nayarita Alí Chumacero, quien en poco más de tres cuartos del siglo XX
formó su biblioteca con alrededor de 40 mil libros y 10 mil revistas, y que ahora alberga la Biblioteca de México; colección que dio inicio con una edición infantil de El Quijote y algunos volúmenes de Lecturas Clásicas para Niños que su padre le obsequió a los diez años de edad.
Su interés por la lectura surgió un año después
al leer sobre la muerte de Álvaro Obregón, los ase- sinatos de Romero Carrasco y el movimiento cristero, y se fue afianzando con la lectura de diversos
1 Marco Antonio Campos, El responso del peregrino. Ensayos y entrevistas con Alí Chumacero (1979-2009), México, Conaculta,
2012, p. 70.
2 José Vasconcelos, “La Biblioteca de México: discurso
inaugural”, Biblioteca de México, núm. 41, septiembre-octubre de 1997, México, Conaculta,
pp. 17-19.
3 Ibid., p. 18.
Gran conversador, de buen senti- do del humor, sencillo y amplio de criterio, el hijo distinguido
de Aca- poneta,
Nayarit, nació el 9 de julio de 1918 y en más de nueve décadas
de vida fue poeta, redactor, corrector, editor, ensayista, crítico literario, lec- tor y bibliófilo de enorme erudición, que promovió la creación
de suple- mentos literarios, acogió otros y fun- dó revistas, además de haber sido maestro de una importante genera- ción de intelectuales y escritores de- dicados
a la producción editorial. Desde muy joven
fue
enviado a Guadalajara a completar
su en- señanza primaria y se quedó ahí has- ta concluir la preparatoria. En esa ciudad comenzó a escribir reseñas bibliográficas y a construir los pri-
cuentos de aventuras cuando cursaba el sexto año, además de “devorar” —como
refería en entrevis- tas— la poesía de Amado Nervo, que es una puerta constante para que la juventud entre en el ejercicio de la literatura.
A esa
corta
edad incursionó tam- bién en las novelas de Mariano Azuela y la literatu- ra de los años treinta.
Ya en secundaria su semilla bibliófila
echaba raíz con una colección de más de 200 volúmenes
con textos de literatura y diccionarios, que serían la materia de su vida. Aprendió francés y leyó libros en ese idioma sin que eso lo desviara de su especial preocupación: la literatura mexicana.
Desde enton- ces, sin titubeos, ejerció la lectura como una tarea constante, actividad que ostentaba con orgullo.
Bibliófilo consagrado al
oficio de editor,
Chu- macero, a decir de Miguel Capistrán, “era un hom- bre dadivoso con sus conocimientos, su tiempo y su impresionante y magnífica biblioteca que abría sin reparos a todo aquel que estuviera necesitado
de consulta en libros raros escasamente conseguibles”.4
4
“Academia de la Lengua rinde homenaje a Chumacero”, El Universal, México, 24 de marzo de 2012. Disponible en: http:// www.eluniversal.com.mx/cultura/68215.html.
meros poemas que encendían su alma y vis- lumbraban su vocación literaria “…pues tenía pretensiones de manifestar mi vida íntima y esto se dio a través de la poesía. Es una manifestación que es y se da para el mismo hombre. Es la protesta del espíritu y el testimonio del ser humano por su ca- mino en la tierra”.5
Casi al final de su vida, continuaba manifestan- do que “desde la juventud la magia de las sílabas contadas se insinúa, nos sigue, nos acosa. Es la in- definible acompañante que empieza a estar a nuestro lado, cada vez más cerca, poco a poco más íntima, hasta finalmente sumarse
a lo que somos o, por lo menos, a lo que ambicionamos llegar a ser”.6 En junio de 1937 llegó con sus hermanos a la ciudad de México para vivir por el rumbo de Tepito, en una vecindad de la calle República de Costa Rica. Ese mismo año ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde inició un largo
5 Bladimir Villegas, “Entrevista con el poeta Alí Chumacero”, septiembre de 1988. Disponible en: http://vocesdelaculturamexi- cana.jimdo.com/entrevistas-con-personalidades/al%C3%AD-chu- macero.
6 Alí, Chumacero, “Liminar”, en Alí a la mano, México, Miguel Ángel Porrúa, 2008, p. 5. Selección conmemorativa de obra para esta edición
dispuesta por el autor en su 90 aniversario.
2
camino forjado de logros, premios y satisfacciones, a pesar de que en ocasiones
mencionaba que era me- jor ser un hombre primitivo que un hombre culto.
Primitivo mejor que culto
Chumacero fue becario de El Colegio de México y del Centro Mexicano de Escritores en donde fungió también como asesor técnico; director fundador de la colección de libros con temas mexicanos SepSetentas; integrante del Pen Club Internacional y de la Academia Mexicana de la Lengua a la que ingresó desde 1964; miembro honorario del Consejo Nacional del Seminario de Cultura Mexicana y creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Dirigió Letras de México y
fundó, junto con José
Luis Martínez, Jorge González Durán y Leopoldo Zea, la revista Tierra Nueva; colaboró en El Hijo Pródigo, México en
la Cultura, Letras de
México, La Cultura en México, Novedades y Siempre!, entre otras publicaciones. La Fundación Alicia renombró en 1997 su Premio Nacional
de Poesía, en honor de quien se consideraba ser humano más que poeta, y en 2008 fue nombrado “Hijo Distinguido del Estado de Nayarit”. Carlos Montemayor, con quien fue tutor del Centro Mexicano de Escritores y a quien lo unió una larga y entrañable amistad, reco- noce en Chumacero a un “impulsor, mediante las principales revistas
literarias y culturales de México, de los escritos que sobre filosofía, historia, política, literatura y poesía conformaron el perfil de la cultu- ra contemporánea”.7
Se definía como obrero, pastor de la palabra: “Como simple profesional de las letras y persisten- te tipógrafo, puedo jactarme de que nunca he ce- jado en colaborar corrigiendo y aun rehaciendo renglones
y párrafos de otros escritores”,8 oficio al que dedicó dos tercios de su vida en el Fondo de Cultura Económica.
Octavio Paz decía que la figura de Chumacero unía al “corrector de imprenta, el ti-
7 Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, Biblioteca Alí Chumacero, México, 2012.
8 Alí Chumacero, Alí Chumacero: Pastor de la Palabra, México, Conaculta/INBA/Alfaguara, 2004, p. 46.
pógrafo de gusto seguro, el crítico, el humorista de certera puntería y el poeta”.9
Editó obras de los escritores más importantes del país, entre los que figuran Carlos Pellicer, Max Aub, José Vasconcelos, Gilberto Owen, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia,
Alfonso Reyes,
Rosario Castellanos, Agustín Yáñez, Juan José Arreola y Juan Rulfo, a quien consideraba“…un gran escritor. Mucho se dijo que yo había intervenido en el éxito de su novela Pedro Páramo, la verdad es que no es cierto. La novela estaba estupendamente escrita, tan es así que sólo le hice la corrección a dos pala- bras, de las cuales Rulfo sólo aceptó una”,10 y agre-
9
Octavio Paz, “Alí Chumacero: el mago perfecto de las letras mexicanas” en El mago de las letras mexicanas. Alí Chumacero XC Aniversario, México, SEP, 2008, p. 16.
10
Juan Carlos Aguilar G.,“Todo lo que he escrito en los últimos 50 años‘lo he guardado o quemado΄ dice en entrevista Alí Chuma- cero”, La Crónica,
México, 11 de julio de 2006. Disponible en: www. cronica.com.mx/notas/2006/250558.html.
Biblioteca
Alí Chumacero en la Biblioteca de México.
gaba: “Lo que
sí
le quité fueron
comas, que
Rulfo ponía como si estuviera echando maíz a las galli- nas, además
de algunos guiones
de diálogos que no estaban en su lugar”.11
Chumacero fue una institución
en las letras mexicanas, tanto por su incansable
trabajo en la corrección editorial, como por la enseñanza
e im- pulso que dio a jóvenes escritores y como autor de artículos, reseñas
y textos de crítica literaria, ade- más de creador de una obra poética
tan breve co- mo imprescindible que lo llevó a obtener una vasta cantidad de reconocimientos como los premios Rueca (1944), Xavier Villaurrutia (1980), Rafael Heliodoro Valle (1985), Nacional de Ciencias y Artes, en 1987 y el “Amado Nervo” y el Nayarit, en 1993.
Con motivo del Premio Nacional de Ciencias
y Artes, Carlos Montemayor le hizo una entrevista para el número 133 de la revista El Centavo, donde Chumacero declara:
Para mí la poesía es una actividad del espíritu que no se detiene en el simple juego de las palabras, en la manifestación
del mundo interior del poeta, sino que su pretensión consiste en ir más allá, en dejar una huella por encima del tiempo, en crear siquiera unas cuantas líneas, unos cuantos sonidos
que so- brevivan a quien los escribió. La poesía, al igual que
11
Ibid.
las demás artes, es una especie
de estatua que lu- cha contra la fragilidad
del tiempo, contra lo que instante a instante desaparece, y su significado
es la permanencia,
la duración continua,
como si en alguna
forma tocara un rasgo de lo eterno.12
La Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana le otorgó en 1996 el Premio “Ignacio Cumplido”. Ese mismo año el Senado de la República lo distinguió
con la medalla
“Belisario Domínguez”, presea que se otorga a los mexicanos eminentes, y dos años más tarde, la Universidad Autónoma Metropolitana
lo nombró Doctor Honoris Causa, así como la Universidad Autónoma de Nayarit en 2006. También le fue entregado el Premio Iberoamericano de Poesía “Ramón López Velarde” 1999, y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara le confirió en 2001 el Reconocimiento al Mérito Editorial.
No se pueden dejar de mencionar
el Premio Nacional
de Poesía Nezahualcóyotl 2002; el Internacional de Poesía Jaime Sabines-Gatien Lapointe 2003 y el Premio de Poesía del Mundo Latino“Víctor Sandoval”2008. Además, el gobierno mexicano
le rindió un homenaje
nacional en 1996
12
Carlos Montemayor, “Alí Chumacero”, El Centavo, núm. 133, abril-mayo de 1988, Morelia, pp. 4-5. [La entrevista fue con motivo de que Alí Chumacero recibió
el Premio Nacional
de Letras, el 11 de diciembre de 1987.]
4
y otro más en el Palacio de Bellas Artes por sus 90 años de vida, donde le fue entregada la Medalla de Oro de Bellas Artes. Su imagen fue parte de una emisión
de billetes de la Lotería Nacional en la se- rie “Grandes Poetas Mexicanos”.
Sin embargo, los numerosos premios y recono- cimientos que recibió, no obnubilaron de vanidad su pensamiento congruente, firme y sencillo, ni tampoco su manera de conducirse
con los demás:
Creo más en el esfuerzo personal que en la publi- cidad a la que algunos
recurren para creerse escri- tores […] He sido siempre una persona de estudio más que un escritor. Mi destino ha sido ayudar, en lo posible, a los demás en aquello que signifique cultura, y particularmente, a solas, en silencio, sin alardes, he escrito una poesía
que quiere ser más el reflejo de mi personalidad que el testimonio
de tiempo.13
Pensaba que su destino
era la crítica literaria, labor a la que se dedicó de forma constante de 1940 a 1970 en suplementos culturales de El Nacional, Novedades y El Universal, así como en va- rias revistas, y por supuesto, en Tierra Nueva, la re- vista que creó. Cuando se le pedía alguna opinión sobre dicha labor, expresaba:
La crítica literaria no es un producto de la vida; es un fruto, en todo caso, de la
vida de los libros de los demás. […] El crítico es comúnmente una per- sona que va hacia los libros ajenos con el claro propósito de descubrir en sus páginas un reflejo de su propia personalidad. Su razonamiento resul- ta a veces parecido a su sensibilidad, cuando no a sus ideas.14
Por la brevedad de su obra poética muchos consideran a Chumacero el equivalente a lo que fue Juan
Rulfo en la narrativa, una obra que José Emilio Pacheco describió como“austera y doliente”, y que consta sólo de tres títulos: Páramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1947) y Palabras en reposo (1956), de los que el mismo Pacheco dice: “Es irresistible la tentación
de comparar los tres li-
13 Alí Chumacero, op. cit., p. 95.
14 Carlos Montemayor, op. cit., pp. 4-5.
bros de Chumacero a estrellas solitarias que brillan con luz propia en el cielo de nuestro idioma, o bien a islas rodeadas de silencio
por todas partes”.15
Imaginación para la poesía, conocimiento para la crítica
En el prólogo del libro Alí Chumacero: Pastor de la palabra, Gabriel Bernal Granados escribe que el poeta es un hombre culto, de libros, que se sabe manejar entre las ideas y los autores de diversas épocas; que tiene el conocimiento suficiente para escribir sobre
la obra de otros escritores, y
que la imaginación le sirve para hacer poesía en tanto que el conocimiento para hacer crítica.
Su poesía es “perfección lógica, no de la ima- gen, sino de cada una de las frases que la constitu- yen […] Productos de un orfebre avergonzado de la imperfección a que condena la palabra, nada pa- rece dejado al azar”.16 Lo cierto es que la poesía del nayarita requiere de varias lecturas para poder des- madejar sus múltiples sugerencias, significados e
15 Elvia Alaniz Ontiveros, Alí Chumacero, luminosa palabra. Dis- ponible en: http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/in- dex.php/recursos/articulos/semblanzas/1679-chumacero-ali-sem blanza? showall=1 (25 de enero de 2013).
16 Gabriel Bernal Granados, “Prólogo”, en Alí
Chumacero,
Alí Chumacero: Pastor de la palabra, México, Conaculta/INBA/Alfagua- ra, Santillana, 2004, pp. 9-13.
5
interpretaciones. Marco Antonio Campos, amigo de Chumacero y quien ha escrito sobre él, dice que su
avara obra reunida en tres pequeños
libros es un solo poema que da una visión de unidad y que se podría
comparar con un diamante casi imposi- ble de quebrar, porque de hacerlo, parece que se quiebra toda ella.
Para Ramón Xirau es un “poeta sensual, poeta del goce y el gozo del instante, poeta de la instan- tánea contemplación de sí…”, que “sigue el curso del movimiento que ha de llevarlo a la nada de un amor ausente, a la nada de una contemplación
pa- sada, a la nada final y definitiva de la muerte”.17 En ese tenor
se
podrían citar muchos más ejemplos de escritores y amantes de la poesía que se refieren al trabajo del personaje
que hoy nos ocupa, como es el caso de Octavio Paz, quien afirma que “los poemas de Alí Chumacero son sucesos de la carne y el espíritu que ocurren en un tiempo sin fechas y en alcobas sin historia”.18
17 Ramón Xirau, El mago de las letras mexicanas. Alí Chumacero XC Aniversario, México, SEP/FCE/Gobierno de Nayarit/Universidad Autónoma de Nayarit, 2008, p. 21.
18 Octavio Paz, op. cit., p. 16.
Sin embargo, Chumacero tenía su propia concepción
del poema y del poeta,
y así lo dejó plasma- do en el discurso
que pronunció al recibir
el Premio de Poesía Jaime Sabines-Gatien Lapointe 2003:
En el poema,
la invitación asciende por encima del discernimiento y la imagen va más allá del juicio. Es una ávida tentativa de percibir lo que testimo- nian el amor y el deseo, la ira y la esperanza, la tris- teza y el temor, la desesperación y el tiempo, la muerte y la nada. Es decir, la imprecisión
artística se nutre del desorden que engendran las sombras y la luz en el recinto de la conciencia
humana. […] Con la resonancia de su emoción el poeta no sólo procura violar el cerco que lo circunda e irrumpir en la intemperie, sino que suplanta la naturaleza sensible
con otra realidad
más duradera. Realidad que nos identifica a todos al hacer de la belleza una forma superior de la vida. Es la embriaguez que invade el mar infinito de los sueños, donde lo caótico, lo vacío, las tinieblas
fieles abismos, dejan de ser, y la palabra, entonces tiene la palabra.19
Son muchos los que sienten una importante deuda de gratitud con Chumacero por sus valiosas enseñanzas sobre la vida y los libros, esos objetos amados
a los que consagró buena parte de su exis- tencia, ya sea enmendándolos como corrector de pruebas o reuniendo material para editar obras completas como las de Xavier Villaurrutia y Gilberto Owen,
ejerciendo la crítica, escribiendo textos propios o formando su vasta y fascinante biblioteca que, según cuentan, fue integrando con el transcurso minucioso de los
años
y de su paso por las librerías de viejo en La Lagunilla y en las ca- lles de Donceles, Cuba y avenida Hidalgo.
Así, a lo largo de ocho décadas y hasta su muer- te, el 22 de octubre de 2010, Alí Chumacero formó un invaluable acervo, rico en libros sobre historia, antropología, culturas antiguas, literatura, psicoa- nálisis, arte, ciencias sociales, espiritismo y facsími- les de códices, así como varias colecciones de
19 Fragmento del discurso pronunciado por Alí Chumacero al recibir el Premio de Poesía Jaime Sabines-Gatien Lapointe 2003, en El mago de las letras mexicanas. Alí Chumacero XC Aniversario, Méxi- co, 2008, SEP FCE Gobierno de Nayarit Universidad Autónoma de Nayarit, pp. 20-21.
6
diversas revistas y publicaciones periódicas,
que ahora está bajo el amparo de la Biblioteca de México en la Ciudadela,
en permanente diálogo con las bibliotecas personales
de José Luis Martínez,
Antonio Castro Leal, Jaime García Terrés y Carlos Monsiváis, y en “actividad reproductiva en valores de espíritu”, como era el deseo de José Vasconcelos.
Dos crujías del recinto histórico de Balderas ocupa el Fondo Alí Chumacero, en un proyecto ar- quitectónico que estuvo a cargo de Jorge Calvillo, amigo de la familia que, desde pequeño, conoció y fue testigo del crecimiento de la biblioteca, y quien buscó mantener la misma atmósfera que tenía en la casa del poeta, incluyendo un árbol, iluminado por la luz que atraviesa un plafón con forma de barco medieval y cuyas trabes de acero simulan los re- mos, aludiendo a las palabras del poeta cuando decía que hojear un libro es como estar navegando.
El espacio de la biblioteca tiene un diseño sustentable
basado en un moderno sistema que apro- vecha la temperatura del subsuelo
para enfriar el
ambiente interior y respiraderos que hacen circular el aire, evitando
el gasto energético que ocasiona el aire acondicionado. Además, el piso y los estan- tes fueron elaborados con madera tropical conoci- da como machiche.
Como una forma de enriquecer la experiencia lectora con la sensación estética, en la biblioteca se instaló la obra La musa, escultura en piedra volcá- nica del artista Luis Ortiz Monasterio; un retrato de Alí Chumacero en el Centro Cultural Universitario donde se encuentra al lado de la estatua de una mujer lectora, en 2006, y cuyo autor es Carlos Cisneros, y un mural de cerámica donado por Gustavo Pérez.
Una biblioteca personal, dice acertadamente Mónica Lavín, es una extensión de su hacedor, de su dueño, porque en ella se reúnen sus devociones lectoras, sus temas
de
estudio, sus hallazgos, sus conversaciones, su tiempo. Y eso es la biblioteca de Chumacero, una extensión
de sí mismo que sigue recibiendo con el espíritu afable que siempre lo caracterizó a todo aquel que quiera visitarla y con- sultar el cúmulo de conocimiento que concentra.
El nayarita contaba con especial alegría que La
amada inmóvil, obra cumbre de Amado Nervo, era su libro mayor,“el más leído de mi biblioteca. Fue la vía acertada para tener contacto con la palabra de- bida y las sílabas contadas”; confesaba también haber descubierto a Raine Maria Rilke a los 15 años y leído toda su obra, hasta en italiano, y aseguraba poseer todo lo que podría haber de ese autor.
Si La amada inmóvil
era su libro mayor y Nervo
su poeta consentido, en su basta biblioteca existen además de los de Rilke, otros ejemplares muy que- ridos como dos ediciones de San Juan de la Cruz, una de 1703 y otra posterior; el Diccionario de Gramática, del humanista español Antonio de Nebrija,
publicado en 1792; algunos libros de Francisco de Quevedo del siglo XVIII, obras de Guillermo Prieto y una edición original del pro- ceso a Maximiliano, que se publicó en 1906.
En su biblioteca, rica en primeras ediciones, se puede encontrar la de Altazor, de Vicente Hui- dobro,
y otras de escritores
como
Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Julio Torri; además, ediciones
ra-
7
ras de Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán; ejem- plares numerados y una buena cantidad de libros con dedicatorias de sus autores, entre ellos, Luis Cardoza y Aragón, José Vasconcelos, Rómulo Gallegos, Carlos Pellicer, Rosario Castellanos, Juan Rulfo, Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Max Aub, Gilberto Owen, Xavier Villaurrutia y Elías Nandino.
La biblioteca atesora en sus libreros otros títulos valiosos y antiguos
como Teatro crítico universal, de Benito Jerónimo Feyjoó y Montenegro de 1773; la obra clásica de derecho testamentario De primoge- niorum hispanorum origine, ac natura, de Luis de Molina, de 1727; el Manifiesto de la nación española a Europa,
editado en 1809;
Oeuvres de Moliere, de 1820; La armonía del universo, de Juan
Nepomu- ceno Adorno (1862-1882); Oeuvres Complétes,
de J.
J. Rousseau
(1837) y el Calendario de las señoritas megicanas, de Mariano Galván, editado
en 1838.
Entre los volúmenes acomodados por orden histórico, geográfico, cronológico y
onomástico, para conservar la propia disposición con que el poeta los tenía en su casa, en el Fondo Alí Chuma- cero resaltan la novela de costumbres El hijo pródi- go: Páginas del libro de la vida, de Ramón Ortega y Frías, en edición de 1889; Cours familier
littétature, de M. A. Lamartine, de 1857; Compendio de dramá- tica castellana, de Mathieu de Fossey (1861); Index Librorum Prohibitorum, de Gregorii XVI (1862);
Úne Tétrade ou Drame, Hymne, Roman et Poéme, de Hippolyte Fauche, también
de 1862; y la obra tea- tral Una escena estudiantil: Juguete cómico en un acto, de Narciso Bassols, editada en 1894.
Aunque la mayoría de sus libros los mandaba a encuadernar para “darles chamba”a esos oficiantes, mantenía en su forma original perlas como Amores y amoríos, de Pedro Antonio de Alarcón, de 1875; el Diccionario enciclopédico-mejicano, de
Emiliano Busto (1882); El Paraíso perdido,
de John Milton (1883); Galería de escritores célebres, de Beuve M. Sainte (1887); Poetisas mexicanas siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, editado en 1893, y Les Prisionniers du Caucase, de Xavier de Maistre, de 1897.
De entre las diversas publicaciones periódicas que compendió en su
biblioteca se encuentra
la
Revista Azul, publicación fundamental del moder- nismo latinoamericano, además de Papel de Poesía, El Ahuizote, El Hijo del Ahuizote y Ulises, revista publicada
en 1927 por Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, en donde estaban presentes escritores franceses como André Gide, Paul Valéry, Paul Morand, Max Jacob, Marcel Jouhandeau, e ingleses y norteamericanos como James Joyce, Carl Sand- burg y John Dos Passos.
Amigos, poetas y escritores dedicaron sus obras a Chumacero, algunas otras a su esposa Lourdes y unas más a ambos. Entre muchas de es- tas notas personales, destacan la de Alfonso Reyes en su libro Emiliano Zapata. Su vida y su obra: “Al distinguido intelectual Alí Chumacero, como testi- monio de aprecio de su amigo Alfonso Reyes”; y la de Rodolfo Usigli en el libro ¡Buenos días Señor Presidente!: “Para Alí Chumacero, con invariable afecto”.
De puño y letra, Augusto Monterroso dedicó una edición italiana
de La
oveja negra y demás
fá- bulas: “Para mi maestro Alí y para Lourdes, Tito. Julio 1990”. En un ejemplar
de Farabeuf, Salvador Elizondo escribe: “Para Lourdes y Alí con el afecto sincero de Salvador”. En la segunda
hoja de un to- mo de Baile de máscaras, se encuentra“Para Alí que sabe de estos espinosos
problemas, con la vieja y duradera amistad
de Jaime García Terrés”.
“Para mi querido Alí Chumacero, esta invención sentimental hacia el corazón de las tinieblas de nuestra península”, le escribió Federico Campbell el 20
de
diciembre de 2000 en Transpeninsular. Y el autor de Lluvia de letras dejó plasmada en una hoja de su obra, la dedicatoria: “Para mi querido y admi- rado maestro Alí Chumacero con amistad
y estima de su leyente y devoto Adolfo Castañón”.
Así, en doce grandes estantes el lector puede encontrar muchas más obras autografiadas
por sus autores, además de tomos dedicados a otras per- sonas y que ahora forman parte del Fondo Alí Chumacero, que la Biblioteca de México pone a
disposición del público.
Alí Chumacero, sus libros, imágenes desterra-
das del páramo de sueños, son ahora palabras, co- mo él, en reposo.
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